1. Los efectivos demográficos y su evolución
La población hasta el siglo XVIII
Hasta el XVIII la evolución de la población estuvo
dentro de los parámetros del régimen demográfico antiguo: mortalidad y
natalidad elevadas (superior al 40%o); elevada mortalidad catastrófica
(enfermedades, guerras, hambrunas…) y s.t. infantil; y crecimiento lento, con
ciclos cortos de subidas y bajadas.
Desde finales de la Edad Media la tendencia
general fue de crecimiento: a lo largo del XVI pasó de 7,4 a 8,5 millones de
habitantes; el XVII fue regresivo, perdiendo en torno a un millón de habitantes
por la crisis económica, la emigración a América y la expulsión de la población
morisca.
Las estimaciones del total de población son
aproximativas, con más fiabilidad desde el s. XVI, cuando empezaron a
elaborarse los primeros censos, que tenían fines fiscales y de reclutamiento.
La población durante los siglos XVIII y XIX
El XVIII y el inicio de
la transición demográfica
Fue un siglo de crecimiento: a finales superó los 10
millones de habitantes. Estuvo relacionado con la recuperación económica y una
mayor estabilidad política. Coincidió con el inicio en Europa Occidental del
régimen demográfico de transición: descenso importante de la mortalidad, debido
a las mejoras agrarias y el consiguiente descenso de epidemias y mortalidad
infantil; natalidad todavía elevada; fuerte crecimiento natural. En España hubo
cierto retraso en esta evolución en relación a países del norte europeo: bajó
menos la mortalidad y, por consiguiente, hubo un menor crecimiento natural.
Las estimaciones de población, siendo limitadas, son
más fiables, destacando el Catastro de Ensenada (1749) y los censos de Aranda,
Floridablanca y Godoy.
El XIX: la transición demográfica plena
La población creció a lo largo del siglo en un 80%,
pasando de 10,5 millones a 18,5. La mortalidad siguió descendiendo, pese a la
existencia de guerras (Independencia, coloniales…), crisis agrarias y epidemias
periódicas. La natalidad se mantuvo elevada, lo que hizo que el crecimiento natural
fuese más elevado. Las causas que contribuyeron a dicho crecimiento fueron las
mejoras agrarias y la extensión de superficie cultivada que se dio desde los
años 30 como consecuencia de la abolición del régimen señorial y las desamortizaciones.
Las estimaciones de población de este periodo son
más fiables, destacando la elaboración de censos por parte del estado, siendo
el primero el de 1857. Por eso empieza a hablarse de la fase estadística.
El siglo XX: hacia el régimen demográfico
moderno
La población se duplicó, pasando de 19 a 40 millones, siendo los
años 50, 60 y mediados de los 70 los de mayor crecimiento. En el periodo
siguiente el ritmo disminuyó, de manera que a lo largo de los 90 la población
se mantuvo estancada en torno a 39 millones.
La principal novedad fue el progresivo descenso de
la natalidad. Esto se debió a una mayor secularización de la sociedad,
preocupación por la crianza de hijos e hijas, e incorporación de la mujer al
trabajo extradoméstico. No obstante, la guerra civil (1936-39) ocasionó un
déficit específico de natalidad y entre los 50 y mediados de los 70 (nacional-catolicismo)
se dieron índices elevados de natalidad y fecundidad (baby boom). Durante la Transición se dio un descenso acusado de la
fecundidad y la natalidad (ésta, en torno al 10%o, mantenida hasta
finales de siglo) a lo que no fue ajeno que se añadieran factores como la planificación
miliar y el control de natalidad (generalización de los métodos anticonceptivos).
La mortalidad siguió descendiendo, con los años de la guerra civil como excepción. En
los años 60 se alcanzó la tasa del 10%o, estando en la
actualidad en torno al 8%o. Entre las causas se encuentran las mejoras
higiénicas y sanitarias. Éstas se generalizaron desde los 60 con las vacunas y
una mejor atención médica.
A lo largo del siglo se fueron realizando cada diez
años censos de población (hasta 1981, en los años acabados en 0). Junto con los
padrones municipales, renovados cada cinco años, los datos de población
resultan altamente fiables.
Los últimos años
(siglo XXI)
Desde finales del s. XX el factor de la inmigración
ha condicionado la evolución de la población, de manera que del estancamiento
en torno a 39 millones se pasó a una fase de crecimiento de población.
Actualmente se han superado los 47 millones de habitantes. La presencia de
población inmigrante ha dado lugar a un relevante aporte de natalidad,
aumentando el índice al 12%o. La mortalidad se sigue manteniendo por debajo del
10%o.
2. La densidad y la distribución espacial
Entre los s. XVI y XVIII las zonas del interior estaban más pobladas en términos absolutos y relativos. La corona de Castilla tenía más población absoluta y densidad que la de Aragón (Cataluña, Aragón, Valencia y Mallorca). En el XVIII se inició una inversión en la distribución de la población, pasando las áreas periféricas a tener más población absoluta y densidad.
Siglos XIX y XX
Durante el XIX siguió ese proceso, coincidiendo con la industrialización iniciada a mediados de siglo. El éxodo rural se convirtió en una nueva realidad, disminuyendo la población agraria en favor de la urbana, que se concentró en las capitales de provincia y las áreas industriales. Madrid y Barcelona destacaron como las provincias y ciudades más pobladas.
Durante el XX se consolidó ese proceso, que desde los años sesenta se intensificó: nuevo impulso industrializador; proceso migratorio, s.t. desde las áreas rurales y las provincias agrarias (del interior, Andalucía, Galicia…) y el consiguiente proceso de urbanización; y desarrollo del turismo.
Las áreas interiores, excepto Madrid, y las rurales perdieron mucha población. En algunas regiones, como las dos Castillas, Aragón y Extremadura, hubo zonas que sufrieron un fuerte despoblamiento.
Actualidad
El resultado ha sido la conformación de un mapa que refleja los siguientes rasgos centro muy poblado, en torno a Madrid y algunas áreas de Guadalajara y Toledo; un anillo circundante de escasa población, con algunos núcleos más poblados (Valladolid, Zaragoza…); una periferia muy poblada, mayor en las áreas costeras.
Las comunidades con más población absoluta son Andalucía (8’5 millones), Cataluña (7,5), Madrid (6,5) y Valencia (5,5). Por provincias, Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Sevilla y Málaga.
En términos relativos destacan el País Vasco (300 h/km2), Canarias (285), Cataluña (235), Madrid (235), Baleares (223) y Valencia (220), además de los casos especiales de Melilla y Ceuta. Por provincias están Vizcaya, Guipúzcoa, Barcelona, Valencia, Alicante, Baleares, Málaga, Canarias, Pontevedra y Madrid.
De una forma más detallada, las áreas urbanas alcanzan una elevada densidad de población (por encima de 1000 h/km2), siendo además mayor en determinadas capitales y áreas costeras.
Andalucía
Málaga (223) es la provincia con mayor densidad, estando entre las primeras del estado; es seguida por Cádiz (167) y Sevilla (127).
Las áreas con mayor población absoluta y relativa se concentran en dos ejes: el costero y el del valle del Guadalquivir-Genil. Destacan las áreas metropolitanas de Málaga y
3. Los factores explicativos de la densidad y la
distribución
Demográficos. Las zonas del interior (Meseta y valle Ebro, excepto Madrid) tienen un crecimiento de población más bajo y una estructura más envejecida, lo contrario que las costeras y Madrid. El factor migratorio ha intensificado esa tendencia, siendo mayor en el arco mediterráneo y Madrid.
Socioeconómicos. Desde el siglo XIX ha sido significativo el trasvase desde las zonas rurales hacia las urbanas. Durante la última quincena la inmigración, tanto interior como exterior, se ha dirigido principalmente a las áreas costeras mediterráneas y Madrid. Hay una mayor preferencia por las urbanas en relación a la construcción y los servicios. En el sureste la inmigración exterior se ha orientado en mayor medida hacia las áreas rurales (agricultura).