viernes, 15 de noviembre de 2013

6. Las regiones biogeográficas de España

1. Factores de la diversidad biogeográfica

Clima

Es el factor más importante, con diferencias claras  entre los dominios atlántico y mediterráneo: húmedo y de menores contrastes estacionales el primero; seco, con mayores contrastes estacionales, de mayor variedad y más extendido, el segundo. A ello hay que añadir los otros dos tipos climáticos: el de alta montaña y el tropical seco.

Relieve.

Actúa en una doble dirección según la altitud y la orientación. La altitud da lugar al escalonamiento de la vegetación, atendiendo a un esquema parecido de pisos o niveles, con ligeras variaciones: basal, montano o subalpino, alpino, de praderas y herbazales, y nival.

La orientación, a su vez, actúa en dos direcciones. En relación al sol, determina la solana (cara expuesta al sol), que es más seca; y la umbría (cara orientada al norte), que es más húmeda y tiene más vegetación. Y en relación al viento, el barlovento (más húmedo) y el sotavento (más seco).

Suelos

Es el manto superficial de la corteza terrestre, formado por la descomposición de la roca madre y el aporte de la  materia orgánica. Las especies vegetales se adaptan con frecuencia a los suelos según su composición (por ejemplo, el alcornoque se adapta mejor a los suelos silíceos, mientras que el haya lo hace mejor con los calizos).   

La acción antrópica

La necesidad de obtener recursos ha influido de una manera importante sobre el medio natural. Ha ido evolucionando en el tiempo, aunque en los dos últimos siglos ha sufrido importantes cambios. La agricultura, la ganadería, la actividad forestal o la minería han provocado la deforestación de amplios espacios con una intensidad variable. La pérdida de la masa vegetal está llevando con frecuencia a la desertificación. En ocasiones la acción humana ha supuesto también la protección y la reforestación de espacios naturales. En España actualmente los espacios de bosque ocupan el 33% del territorio.


2. Características de las regiones biogeográficas



España dispone de una gran variedad de especies vegetales y paisajes naturales, consecuencia de los factores antes formaciones vegetales. Se pueden distinguir tres regiones biogeográficas.

Región eurosiberiana

Ocupa el norte de España, desde el Macizo Galaico hasta los Pirineos, y los sistemas Central e Ibérico. Coincide con las zonas de climas húmedos: oceánico y de montaña. Su vegetación es exuberante, con bosques caducifolios y de coníferas, que están sufriendo un proceso de degradación en forma de matorrales (landas) y prados. Se pueden distinguir dentro de esta región dos provincias: la atlántica y la submediterránea.

Provincia atlántica. Ocupa la mayor parte. Sus especies dominantes son el roble carballo (Macizo Galaico y Cantábrica), el roble rebollo (Sistema Central, Pirineos), el haya (por encima de 800 m. y con preferencia en los suelos calizos) y coníferas como el abeto o el pino negral (por encima de 1000 m.). Ha conocido la repoblación de especies como el castaño, otras variedades de pinos y el eucalipto. El matorral, del tipo de las landas, lo forman especies como el brezo, la retama, el tejo y el endrino; se alterna con prados. Tiene un mayor aprovechamiento forestal y ganadero que agrícola.

Provincia submediterránea. Está situada en las vertientes orientadas al sur (solanas) del Sistema Ibérico y los Pirineos, a resguardo de los vientos del norte. Hay una alternancia entre la vegetación atlántica, con el roble rebollo y el pino silvestre, y la mediterránea, con  el quejigo y la sabina.   

Región mediterránea

Ocupa la mayor parte de la Península y las islas Baleares. Coincide con las zonas de clima mediterráneo y sus variedades. Se trata de una vegetación resistente a la sequía veraniega, de ahí que predominen las especies perennifolias (las más extendidas; árboles de crecimiento lento) y xerófilas (en las zonas más árida o subdesérticas)

Las especies dominantes son: la encina (la más extendida); el alcornoque (cuadrante suroeste), el pino carrasco (este y sur); la sabina (Subbética). Una especie endémica es el pinsapo, una conífera aclimatada a la humedad abundante de la Sierra de Grazalema (Cádiz) y la Sierra de las Nieves (Málaga). Entre las especies de repoblación destacan el pino carrasco, el pino piñonero (muy extendido por el litoral suratlántico).

Ha sufrido una fuerte degradación, dando lugar a paisajes mixtos (dehesas), cultivos arbóreos (olivares) y un sotobosque variado de arbustos y plantas aromáticas que conforman la maquia (suelos silíceos), la garriga (suelos calizos) y la estepa (zonas más áridas). Es la parte que más se ha visto afectada por la acción humana, en mayor medida por la actividad agrícola (cereales, olivar, viñedo, etc.) y la ganadería extensiva.

Región macaronésica

Está formada por las islas atlánticas que se formaron durante la Terciaria por las erupciones volcánicas habidas en la dorsal oceánica, entre las que se encuentra el archipiélago de las Canarias. Los principales factores que actúan sobre la vegetación son el clima, en su variedad tropical seca, y el relieve montañoso.

El relieve actúa en altura, disponiendo la vegetación de una forma escalonada; y en la orientación de las vertientes, de manera que la norte es más húmeda debido sobre todo a los vientos alisios, que entre los 500 y los 1.500 m. dan lugar a la formación del llamado “mar de nubes”.

El resultado es un elevado número de endemismos: cardón y tabaiba (matorral), drago y pino canario (árboles), laurisilva (bosque), etc. 


3. Formaciones vegetales de la España peninsular e insular



















Bosque caducifolio

También llamado bosque de frondosas. Se corresponde con las zonas que tienen los climas más húmedos (oceánico y de montaña), por lo que se localiza en el norte de la Península (desde el Macizo Galaico hasta los Pirineos) y sistemas montañosos del interior.

Las especies dominantes son el roble carballo, el roble rebollo y el haya. El carballo es propio del Macizo Galaico y la Cantábrica. El haya está asociado al anterior, pero aparece por encima de 800 m. por su mayor resistencia al frío; tiene, además, preferencia por los suelos calizos. El rebollo es propio de los sistemas montañosos del interior (Central, Ibérico).

Entre las especies de repoblación destacan el castaño y el eucalipto. El primero tiene una tradición de siglos, debido a su aprovechamiento para la artesanía y la alimentación humana. El segundo se ha introducido hace un siglo con fines madereros, aunque empobrece los suelos y reduce la biodiversidad.

El sotobosque recibe el nombre de landa y está formado por plantas como el brezo, la retama, el tejo, el endrino, etc. Suele estar asociado a la pradera, de uso tradicional en la ganadería. La degradación del bosque ha extendido el matorral y ha dado lugar a los prados.

Bosque esclerófilo y vegetación mediterránea

Formado por árboles de hoja perenne y dura. Se corresponde con las zonas de clima mediterráneo, cuya característica principal es la sequía veraniega.

Las especies arbóreas dominantes son la encina y el alcornoque. La encina es su especie más representativa y la más extendida por la Península. Es muy resistente a los inviernos largos y fríos, y se adapta a todo tipo de suelos. Su presencia en forma de bosque ha disminuido de una forma importante, dando paso en algunas zonas a la dehesa, donde se alterna con pastizales y cultivos; ésta se da sobre todo en la penillanura del oeste de la Meseta. Su aprovechamiento principal se ha basado en la obtención de leña y el uso de su fruto, la bellota, para alimento del ganado porcino.

El alcornoque se localiza en el cuadrante suroeste peninsular. Necesita más humedad e inviernos más suaves, y se adapta a los suelos silíceos. Su aprovechamiento es tanto forestal, destacando la obtención del corcho, como ganadero, asociándose a veces al paisaje de dehesa. En el Parque de los Alcornocales en Cádiz se encuentra el mayor espacio protegido de esta especie.

El bosque mediterráneo ha sufrido un fuerte proceso de modificación y degradación, derivado principalmente de la expansión de cultivos de cereales, vid y olivo. En algunas zonas se mantienen todavía especies arbóreas, como en las dehesas y en las zonas de olivar.

El matorral ha aumentado por el proceso de deforestación, pudiéndose distinguir tres formas: la maquia, propia de los suelos silíceos, con arbustos como el acebuche, el madroño, la jara o el lentisco, y plantas olorosas como el cantueso/lavanda, el tomillo o el romero; la garriga, propia de suelos calizos, con plantas como el romero o el espliego; la estepa, de vegetación muy escasa por estar en las zonas más áridas y con plantas xerófilas (chumbera), esparto, palmitos y plantas olorosas (tomillo, romero).

Bosque de coníferas

Formado por una familia de gran variedad de especies perennifolias: abeto, abeto, pinsapo, cedro, sabinas, pino carrasco, pino negral, pino resinero, pino piñonero, etc. Se adaptan a ecosistemas diferentes, dependiendo de factores como la temperatura, la humedad o los suelos. 

Algunas especies soportan mejor las temperaturas bajas, como ocurre con el abeto, el pino negral, el albar o el resinero, por lo que se localizan preferentemente en los sistemas montañosos del norte y centro. Su aprovechamiento principal es el maderero.

Otras especies se adaptan a la sequía veraniega. El pino carrasco tiene  preferencia por los suelos calizos; se adapta muy bien a las zonas áridas; está muy extendido por el este y sur; y ha sido objeto de repoblación en algunas zonas. El pino piñonero se conserva en algunas áreas de la Meseta, donde resiste bien los inviernos fríos; en el litoral sur mediterráneo y atlántico ha sido objeto de repoblación para formar una barrera natural de protección de los campos de labor frente a las arenas; en general se aprovecha para la obtención del piñón.

El pinsapo es una especie endémica y relicta, localizada entre las provincias de Cádiz y Málaga, en las sierras de Grazalema y de las Nieves. Las condiciones naturales donde se ubica derivan sobre todo de la elevada pluviosidad.

Bosque de ribera

También se denomina bosque galería, es propio de las orillas de los ríos. La humedad del suelo da lugar a una vegetación frondosa y caducifolia, como alisos, sauces, olmos, fresnos, chopos, álamos… En las zonas más elevadas pueden aparecer robles (rebollos, quejigos), avellanos, tilos, abedules… Está dispuesto en franjas paralelas al río: alisos y sauces se sitúan en las zonas más próximas a la orilla.


Ha sido alterado por la acción humana para uso forestal y recreativo. La degradación o falta de agua puede dar lugar a la aparición de plantas arbustivas, como la adelfa, el carrizo (caña)…

En el parque de los Alcornocales de Cádiz se da el bosque singular conocido como canuto, con la presencia de laurisilva, formada por una gran variedad de especies, siendo algunas endémicas: algunos tipos de laurel y helecho, y el rododendro. En los niveles superiores se sitúan quejigos y alcornoques.

Vegetación de montaña

Está condicionada por varios factores. La altitud condiciona la resistencia a temperaturas bajas: desde 1600 tienden a desaparecer los árboles, sustituidos por matorrales; desde 3000 hay nieves permanentes. Y la orientación, en relación al sol (umbría/solana) o el viento (barlovento / sotavento). Ha sufrido la acción antrópica, que es mayor en las zonas más bajas. Se concreta tanto en la deforestación como en la reforestación o la repoblación.

Está dispuesta en pisos, a modo de escalonamiento: en el basal (h. 800 m.) hay encinas, alcornoques, robles, sabinas…; en el montano o subalpino (800 a 1600 m.), coníferas (abeto, pino negral, pinsapo…), hayas…; en el alpino (1600 a 2500 m.) hay matorrales (piorno, genista…) y en el invierno nieve; y en el nival (desde 2500 m.) se alternan la roca y la nieve (ésta, permanente desde los 3000 m.).

Vegetación macaronésica

Característica de las islas Canarias, se encuentra condicionada por factores como el clima (variedad tropical seca) y el relieve montañoso. Éste actúa en el escalonamiento de la vegetación. Las laderas septentrionales son más húmedas debido sobre todo a los vientos alisios, que dan lugar al llamado “mar de nubes” (entre 500 y 1.500 m.). Existen también formas escarpadas, con fuertes desniveles y barrancos profundos. El resultado es un paisaje muy singular, variado y con numerosos endemismos.

En el Teide se disponen escalonadamente: hasta 300-500 m. hay mayor sequedad en el ambiente y abunda el matorral de cardón y tabaiba; por encima de 300 m., por la mayor humedad en el ambiente, aparece el bosque termófilo, con especies arbóreas (sabinas, palmeras o dragos) y arbustivas (madroños o brezos); en la vertiente norte la humedad se intensifica por el efecto del “mar de nubes”, apareciendo entre 500 y 1500 m. la laurisilva (laureles, helechos y brezos); entre 1000 y 2000 m. se sitúa el pino canario; de 2000 a 3000 m. se da el matorral de retamas y jaras de las cañadas; y desde 3000 m. se alternan las rocas con las nieves, que a mayor altura se hacen perpetuas.

Las islas orientales (Lanzarote y Fuerteventura) son las más secas y de menor altitud, careciendo su vegetación de la laurisilva y el pino canario.


4. La intervención humana y sus consecuencias geográficas

La cubierta vegetal actúa como un factor de protección ante la erosión, de manera que su pérdida supone un factor negativo. En algunas zonas el clima afecta a la profundidad de los suelos: en el noroeste, por su pluviosidad alta, donde además la acidez los hace poco fértiles; en el este, por la larga sequía y las lluvias torrenciales, con un mejor aprovechamiento por ser calizos.  

Sin embargo, lo que ha afectado en mayor medida a la degradación de los suelos ha sido la acción antrópica. Por eso erosión y desertificación suelen ir unidos, siendo manifestaciones del proceso de degradación que se da en la vegetación y en los suelos. Este proceso se viene dando desde hace siglos, concretado en la deforestación y la sobreexplotación agrícola. A ello hay que unir prácticas agrarias poco adecuadas, muchas de las cuales se mantienen, como la quema de rastrojos, el abuso de abonos minerales, el sobrepastoreo, la construcción de bancales, la introducción de especies exógenas, etc. En su mayoría han actuado en la pérdida de masa vegetal y de biodiversidad. El proceso de urbanización, muy intenso en el último medio siglo, ha completado el panorama, incidiendo tanto en la pérdida de masa vegetal como en la impermeabilización del suelo, que aumenta la erosión y el riesgo de inundaciones.

Las áreas más afectadas por la degradación de los suelos se sitúan en las zonas costeras del Mediterráneo, las áreas agrícolas del interior y las islas Canarias. Coinciden con las zonas secas y, con frecuencia, con las más áridas, pero también son las más afectadas por la deforestación, la sobreexplotación agrícola y, más recientemente, la expansión urbana.